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3 de septiembre de 2007

Tarnation: Cine independiente v/s Espectáculo



Ya desde el críptico Guy Debord entendemos que si el espectáculo es parte de nuestra generación, no podemos oponernos al mismo porque estamos condenados a hablar en su lenguaje, porque es lo único que nos es familiar, y aún cuando queramos mostrarnos hostiles a su retórica, inevitablemente empleamos su sintaxis cayendo, de esta forma, en la dominación espectacular.
En Tarnation, Jonathan Caouette parece ser heredero del cine de Jonas Mekas, Paul Morrissey y Andy Warhol, y la película se presenta como un documental autobiográfico psicopatológicamente testimonial de la vida de su realizador. Es un film de bajo presupuesto, hecho completamente por su autor mezclando imágenes de archivo de su niñez en formato súper 8 (película de textura muy interesante para el registro autobiográfico) junto a grabaciones recientes de su vida en formato digital. Así, la estética del trauma dada por el testimonio se nos presenta como referencia a un margen que bordea la locura, y lo sitúa del lado de los perdedores. No pretende adornar sino sólo mostrar fragmentos de su infancia y es en esto donde reside su valor documental. Pero ese pasado sin pudor pierde fuerza y realismo visual al unirlo con el presente adulto en digital.
Caouette, por medio de su aullido sucio de niño, adolescente y adulto, pone en la superficie de la pantalla su traumática niñez en forma de espectáculo, tratando de ser experimental y subversivo con una mezcla diferentes estéticas: traumática, ruinosa, pop, gay y punk, con cuadros que se entrelazan en composiciones alucinógenas apoyadas por desenfoques, saturaciones y granulados, todos en el imaginario de una generación –la nuestra- que creció con MTV. El autor no conoce otro lenguaje y aunque intenta ser diferente, sólo puede usar esta estética comercial en que lo íntimo se presenta como valor colectivo. Concientemente hace de lo privado un espectáculo por medio de la ingenuidad infantil de un niño aficionado a grabarse travestido como una niña sucia y pintarrajeada que representa una mujer golpeada y drogadicta, desnudando su vida de niño gay abusado que vaga por internados drogándose y conspirando contra su cuerpo.
La erradicación de su personalidad acompaña fatalmente las condiciones de su existencia sometiéndolas a la norma espectacular, dificultando el comprender experiencias auténticas y descubrir diferencias individuales. Debord dice que si se quiere ser reconocido o considerado, se debe renegar constantemente de sí mismo. Así, ¿el Caouette director de Tarnation es un truco más del espectáculo comercial encubierto en una máscara de sinceridad y brutalidad? La película, tal como Kids de Larry Clark, es producida por Gus van Sant, realizador que ya ha hecho chistes de sí mismo por esta condición suya de comercial v/s “arte” (específicamente en Jay and Silent Bob Strike Back, de Kevin Smith).
El cine independiente experimental que surgió en Estados Unidos en los ’60, aunque fuera reconocido como minoría y poco valorado por el canon, tuvo impacto de la mano de las películas Mekas o los documentales de Richard Leacock. Eran películas que rompían con el estilo clásico, plasmando parámetros absolutamente diferentes para su época y producidas fuera de las compañías –grandes o pequeñas-, financiadas por dinero donado o reunido a pulso por los directores, que como John Cassavetes, más de una vez tuvieron que revelar rollos en el baño de su propia casa. Era un cine que daba la posibilidad de hablar de los marginados, de los excluidos del poder de la palabra. Así, al hablar de cine independiente como concepto no sólo se habla de producciones de bajo presupuesto, sino también de ejercicios ocasionales motivados por una necesidad de expresión personal. Y Tarnation va y viene de esto.Creo que la película, siendo un trasvasije constante de espectáculo y cine independiente a la vez, no deja de ser interesante. Sirve para recordarnos la presencia de estos conceptos, que conviven en lo recíproco de su relación frente a una sociedad en donde todo corre el riesgo de volverse mercancía fetichista petrificada en las esferas del deseo generado.

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