
Por Susana Díaz y Paulina Heredia.
A eso de las nueve llegamos al Normandie. Afuera del cine podíamos ver que el público estaba compuesto por lo más under de la escena experimental de Santiago.
Suponemos que todos esperaban, igual que nosotras, escuchar al legendario Damo Suzuki, ex voz de Can, banda Alemana psicodélica y experimental que marcó un alto precedente en la música, justamente por los discos en que él cantaba: Tago Mago(1971), Ege Bamyasi(1972)(con temas como Vitamin C Y Spoom) y Future Days( 1973).
El japonés cantaría esta vez junto a Congelador, banda que integró en sus filas a Gepe, (como segundo baterista) invitando además a Carlos Reinoso (Mostro). Altas expectativas sonoras, prometían transformar en mito la jornada.
Se abrieron las puertas. El legendario vocalista estaba parado al lado de una mesa, vendiendo sus discos como cualquier músico independiente. Sencillo y amigable, se tomaba fotos con los asistentes y firmaba autógrafos. Un amigo nos cuenta que Suzuki después de abandonar Can, se hizo testigo de jehová y le gusta recorrer el mundo, en una gira eterna, cantando con músicos experimentales. Esta revelación fue una sorpresa que cambiaba la percepción del sonido de esa noche. En ese momento ya no sabíamos si escucharíamos a una leyenda en decadencia o a un hombre que instrumentaliza su voz al servicio de la experimentación.
Desde el palco las luces azules y el sonido estremecía, un bloque frío de ruido recorría el cuerpo. Un comienzo potente pero distante. La voz nunca se detuvo. Mientras que por otro lado los músicos locales, volcados en sus instrumentos, irrumpían demoledoramente creando un bloque de sonido disonante. Bloque que después de unos quince minutos fue tomando texturas, llegando a una armonía global.
Dentro de esta catarsis sonora se destacaba Gepe, que demuestra su calidad como baterista, con una ejecución simplemente devastadora. Por otro lado, Carlos Reinoso le daba un toque primitivista, golpeando el suelo y una lata de película que lograba envolvernos visual y sonoramente.
Al final de la segunda improvisación, Suzuki se baja del escenario y abraza a casi todo la primera fila. Su vibración inundó esféricamente el lugar. Cuando regresan a tocar, la energía y la música se unían místicamente en una fuerza kinéstesica. Sonidos que provocaban movimiento e invitaban a participar al publico, quienes espontáneamente aplaudían tratando de integrarse a la jam session. En esos momentos, las cuerdas toman más protagonismo.
Al final de la última improvisación, con los asistentes aplaudiendo ya de pie y muy cerca del escenario, Gepe se acerca al público y ofrece sus baquetas a unos espectadores, quienes tímidamente se suben al escenario y comienzan a tocar la batería. Gradualmente, todos comienzan a subir, rompiendo la barrera del escenario. Un verdadera Jam, donde el público también es protagonista, entre abrazos, encuentros y sonidos, se despide el cantante nómade. Era el término de una buena noche de música que sin lugar a dudas marcará un hito en la escena experimental local.
No hay comentarios:
Publicar un comentario