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15 de julio de 2010

El deseo fracturado de ver . El Vecino (1999) Juan Carlos Bustamante.



En la historia del cine chileno más underground existen un puñado de películas realizadas en la década de los noventas totalmente olvidadas y –paradójicamente– notables. Destacó El Vecino del veterano director Juan Carlos Bustamante.

Comienza la precuela. Veo desfilar en pantalla una serie de personajes noventeros ligados al mundo del arte santiaguino. Avanza el metraje y las imágenes me conectan a otros referentes fílmicos… los paisajes urbanos con publicidades en neón, bebidas cola y televisores encendidos. Reminiscencias de cómo retrata la ciudad Wim Wenders. No desde la mirada de auténticos consumidores de una cultura pop norteamericana sino más bien funcionan como imágenes que rellenan el hueco de un pasado acallado.

Las texturas sórdidas y coprofágicas de “Videodrome”, de David Cronenberg. Sobre todo en su textura visual que explota el video y crea una estética absorbente, penetrante y experimental. Más las miradas en abismo. Temática fuertemente planteada en el cine más innovador de los noventa. Volcada a la problemática de la creación ensimismada, que da como resultado una página en blanco, fractura del deseo de la obra por una meditación constante al medio cinematográfico.

La narracion se sitúa en el Santiago sombrío. Un joven cineasta (Andrés Aliaga), agobiado por su existencia solitaria, aspira realizar una película artística con material de un casting de publicidad y pornografía también residual. Frustrado pasa sus días como un vouyeur en su habitación. En sus observaciones diarias descubre a Pájaro (José Soza), el vecino, quien envuelto, aparentemente, en un pasado turbulento, es acosado por matones y un periodista. A partir de ese momento se ven envueltos en una relación enferma, donde las amistades pueden ser peligrosas, en un juego que devendrá en tragedia.

Con este argumento, el director crea un filme perturbador, es una especie de ojo de vidrio, metáfora del deseo de ver del joven director versus el estado de vigilancia bajo el cual se encuentra el vecino. Funciona, además, como lectura de la represión ejercida por la dictadura. Y sugiere el poco riesgo que asumió el cine chileno por muchos años.

Me impresiona la poca resonancia de una película tan bien lograda, una de las grandes apuestas de fines de los noventa que no escatima en situarse en la calidad reflexiva del cine del Primer Mundo. Si pueden conseguirla, es absolutamente recomendable.

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